Salimos de Kautokeino con comida para 15 días. Teníamos por delante el trayecto sin avituallamiento más largo del viaje: 180km hasta Kilpisjarvi son 180 km., A través del Parque nacional de reisa. De camino, además, subiríamos la montaña más alta de Finlandia: el Halti, de 1.331 metros.
Yo debía arrastrar todo el peso para que Lonchas se recuperase bien. Como primera escala, puse rumbo a Madam bongos – que, pese al nombre, no es una casa de mala nota sino una cabaña gestionada por mi amigo Mikel, en la que sirven comidas. Los 20 kilómetros cargado al máximo me dejaron tan extenuado que decidí pasar un par de días con Mikel – don bongos, para los amigos– y dar tregua a la recuperación de Lonchas. Pasado ese tiempo, partimos de nuevo, hacia un lago en cuyas orillas habitan samis.
Subiríamos la montaña más alta de Finlandia: el Halti, de 1.331 metros.
Kilómetros recorridos
Cumbre Halti (28/12/11)
Esta ruta forma parte de mi ruta Translaponia
y también es la parte finlandesa del famoso
trail llamado Nordkalotteden
Mapa de la ruta.
Esa es la verdadera Laponia, a la que no llegan turistas. Los samis son ganaderos que recorren el territorio buscando los mejores pastos para sus rebaños. son un equivalente nórdico de los cowboys norteamericanos, aunque estos viajan en motos de nieve, vestidos con pieles y lazos, y llevan colgados del cinto no revólveres, sino vistosos cuchillos.
Son tipos auténticos, que aún viven de manera tradicional. En cierto modo envidio su forma de vida, libre y solitaria. También son bastante mayores... raro es el que baja de 45 años. siempre que me veían, aunque fuera a distancia, se acercaban para ofrecerme su hospitalidad. También son la mejor fuente de indicaciones sobre la ruta, ya que los caminos dibujados en los mapas no se ven en la oscuridad de la noche polar. nada como el consejo de un sami para seguir un buen rumbo a través de esa descomunal vastedad de bosques y lagos.
Si acampaba y no era tarde, a menudo detenían su moto a mi lado deseándome buenas noches, y yo les ofrecía un café a cambio de sus indicaciones sobre el camino a seguir, a menudo usando sus propias huellas sobre la nieve como referencia. Lo cierto es que en esos quince días, gracias a sus consejos,nunca me extravié.
Cuando encontraba una cabaña para pasar la noche, me aseguraba de no acabar con las provisiones o la leña que otros habían dejado. Las reglas no escritas del viajero nórdico dicen que si hay pocas provisiones, tal vez llegue luego alguien que las necesite más que tú. Así, pasé la nochebuena de 2011 en una cabaña en cuyo interior el termómetro marcaba -17. Cené y desayuné como si fuera a hacer cima en un ochomil. Incluso, cuando me puse en marcha de nuevo, tuve la sensación de que fuera se estaba mejor.
Crucé el Parque nacional de reisa por su parte alta, justo la que no conocía, y que resulto ser muy bella. Ya en Finlandia, dispusimos de una red de cabaña confortables y bien surtidas de leña. aunque el tiempo no acompañaba, el 28 de diciembre de 2011 ascendí el Halti. Fue un día fantástico, nunca olvidaré la luz cuando llegué a la cumbre, a 55 km de cualquier lugar habitado.
Al poco de regresar a la cabaña, apareció un viajero solitario, procedente de la república checa, que desplegó todas sus provisiones sobre la mesa y me invitó a cenar con él. Yo, que llevaba los víveres justos y racionados, casi lloro de emoción al ver pan y salmón ahumado. David, que así se llamaba, me dijo que tenía 28 años, que trabajaba en noruega como camionero y que estaba pasando las navidades esquiando solo por la zona. Quedamos en encontrarnos más adelante y celebrar la nochevieja juntos.
El resto del camino prometía ser sencillo: es todo descenso hasta Kilpjsjarvi y hay cabañas de camino. El problema es que cada vez había menos nieve, lo que dificultaba mucho el avance, y que el tiempo se puso realmente desagradable. Pude encontrar las cabañas gracias a que tenía las coordenadas registradas en el GPs. En una de ellas encontré a una pareja de Estonia de lo más peculiar: vestían y viajaban como antiguos vikingos, en vez de aislantes llevaban pieles de reno, se cubrían con prendas de lana y cuero cosidas por ellos mismos, ¡incluso se fabricaban sus propios cuchillos! Enseguida congeniamos y surgió una bonita “amistad de cabaña”, que continuamos hasta llegar a Kilpisjarvi.
Allí conozco un hotelito muy bien atendido. Por suerte, a pesar de ser 31 de diciembre, estaba abierto y la dueña, tan encantadora como siempre, me dio una cabaña estupenda donde nos alojamos la pareja de estonios vikingos, Lonchas y yo. También dejamos hueco a David, que llegó al poco tiempo.
Pasamos la nochevieja juntos en el dancing-bar del pueblo y vimos los fuegos artificiales de medianoche en Kilpisjarvi y, una hora más tarde, a lo lejos, los que celebraban el año nuevo en Noruega y en Suecia, ya que estos dos países se encuentran en el siguiente uso horario, con una hora menos.