Pablo Besser y yo conocemos a fondo el Campo de Hielo. En el caso de Pablo, además de haberlo cruzado en todos los sentidos, ha realizado expediciones invernales, primeras a cimas en su interior. En mi caso, lo he cruzado en varias ocasiones, tanto este-oeste como norte-sur. Habré estado casi 90 días de mi vida en él. No es la primera vez que nos internamos juntos en él; hace unos años intentamos el San Valentín.
Hasta ahora, los recorridos por la zona estaban mediatizados por el terreno: mar, lagos, ríos, bosques, glaciares, montañas...un verdadero y mágico laberinto natural sin prácticamente civilización. Podías decidir navegar por la costa. O internarte con el material de alpinismo por los glaciares. O intentar alguna travesía por el bosque (algo dificilísimo. En la mayoría de ocasiones, el principal problema de las expediciones es el acceso al Campo de Hielo). Pero la complejidad geográfica impedía realizar grandes recorridos mixtos.
Y digo hasta ahora porque con la aparición del Packraft, han nacido infinitas posibilidades de recorrer el wilderness. Y a Pablo y a mí nos pareció que este pequeño y asombroso bote hinchable era el elemento que nos faltaba para poder combinar una gran travesía por la costa del Campo de Hielo a través de toda su complejidad.
Navegar por mar, cruzar un lago, o remontar un río...esto es posible con un kayak, o con otras embarcaciones. Cruzar un bosque, un collado, una montaña...esto es posible a pie. Pero con un Packraft, todo esto puede combinarse.
Y Patagonia ha resultado ser el terreno de juego perfecto para nuestros botes. Y nuestros sueños.
7 ríos, 6 lagos, 2 pasos de montaña, 5 valles, 6 fiordos.... y no se encontró ningún ser humano.
Mapa de la expedición.
La logística, o nuestra especial percepción del estilo ligero
Hemos estado 30 días en completa autonomía y autosuficiencia. Así que tuvimos que ir muy cargados.
En una travesía así, estilo ligero significa que llevas muchas cosas que pesan muy poco...pero que en conjunto suman mucho. Cargábamos 45 kilos cada uno, más o menos. Es un sitio frío, muy húmedo, hay que llevar ropa y sacos buenos, comida para un mes, el packraft...todo suma. Es cierto que una travesía así puede hacerse porque existen las tiendas ultraligeras, la ropa ligera, todo minimalista (si no, sería imposible, el peso se dispararía)...pero al final, vas cargado como una mula.
Por el peso, nos vimos obligados a renunciar a llevar material de alpinismo. Lo que alargó la travesía: como puede verse en el mapa, entramos por un valle inexplorado, por el que pretendíamos subir al Glaciar Steffen, pero vimos que sin material no era posible; así que regresamos y continuamos hasta nuestro destino dando un gran rodeo.
Para orientarnos, nos servimos de las fotos satelitales que nos proporcionó el chileno Camilo Rada
Galería de vídeos.
La travesía
Fueron 30 días. En ellos recorrimos 400km, desde Río Exploradores hasta Caleta Tortel. Remontamos 7 ríos, cruzamos 6 lagos, atravesamos 5 valles y 2 pasos de montaña, y remamos a través de 6 fiordos. Y en todo este tiempo, no vimos a ningún ser humano. Por contra, nos acompañaron las focas, las ballenas, los pingüinos.
La mayoría de la travesía transcurre por lugares apenas visitados. No hemos sido los primeros en ningún lugar (excepto en el desvio para intentar acceder al Glaciar Steffen) pero, en algunos de los sitios por los que hemos transitado, se podrán contar con los dedos de una mano los que hayan estado con anterioridad.
El lugar más conocido de la ruta es la Laguna de San Rafael, porque hasta allí navegan los catamaranes turísticos. De hecho, nuestro único contacto con el exterior fue en la Laguna, cuando en la lejanía vislumbramos uno de estos barcos.
De la Laguna de San Rafael parte la ruta del Istmo de Ofqui. Es un lugar con una curiosa historia. Ya los antiguos habitantes indígenas de la Patagonia conocían este paso (hay restos arqueológicos que nosotros no vimos). A principio del siglo XX se ideó un quimérico proyecto para abrir un canal navegable a través del Istmo que conectara Magallanes con el territorio continental de Chile. Pero fue eso: una quimera.
Ha habido momentos únicos. Algunos son evidentes, y pueden verse en las fotos: navegar entre focas, ballenas, por esos fiordos y lagos, la naturaleza salvaje, los glaciares, 30 días incomunicados por tierra virgen....un viaje precioso.
Otros más sutiles. Como cuando salimos al mar y, de repente, nos encontramos con una playa salvaje de 25km. Esta playa nos trajo algún problema: tuvimos que trasladar el material a través de ella en 3 viajes, por lo que recorrimos 75km para cruzarla.
Por lo demás, los mayores problemas de la travesía nos los han proporcionado los bosques.
Los bosques patagónicos
En Patagonia, lo primero que hicieron los colonos al llegar fue quemar algunas zonas de bosques, porque son intransitables. Pero por donde nosotros hemos pasado, el hombre no ha afectado a la naturaleza. Nos encontramos con unos bosques primigenios, antiguos, prácticamente infranqueables.
Para que se entienda cómo son: nos permitían transitar a una media de 300m por hora. En un día de mucho esfuerzo y muchas horas, conseguíamos recorrer 5km. Nos ocurrió que para superar menos de 10km entre dos lugares acuáticos, nos vimos obligados a hacer noche en mitad del bosque.
No sólo es que sean infranqueables, es que ni tan siquiera te permiten pisar la tierra. La humedad tira los árboles, y estos forman un manto de medio metro de espesor en el suelo de los mismos, y hay que transitar por encima de él. Además, no son bosques planos; en muchas ocasiones tienen un fuerte desnivel.
Sería impensable pensar en cruzarlos cargando con un kayak. Por eso (y por muchas cosas más), el packraft permite este tipo de travesías, que hasta ahora no podían plantearse por cuestiones logísticas.
Nos encontramos con unos bosques primigenios, antiguos, prácticamente infranqueables.
El Packraft
Cuando descubrí el Packraft, a través de mi amigo Hilo Moreno, me sentí fascinado por las posibilidades que se abrieron en mi mente, invariablemente atareada desde hace décadas en idear algún tipo de incursión en el wilderness, en las zonas polares, o en cualquier cordillera del planeta.
Empecé a usarlo en travesías por mi tierra de adopción, Laponia. Tras las primeras rutas, las grandes posibilidades que siempre me había ofrecido el territorio se convertieron en infinitas. De una forma natural, se unía la parte terrestre y acuática del mismo con gran facilidad.
Esta gran travesía, realizada junto a Pablo Besser, ha sido la culminación de un camino que comencé hace pocos años, al descubrir el Packraft. Muchas barreras han caído, los viejos caminos ya son historia.
Una nueva senda, en la que intuyo múltiples nuevas posibilidades para realizar viejos sueños, se abre ante mi.